El 14 de septiembre me citaron en Madrid para declarar como testigo del fiscal y de la defensa. Al final no tuve que intervenir: los alumnos citados a juicio, tres, y sus padres y madres aceptaron la calificación del fiscal y las medidas educativas que proponían, lo firmaron delante del juez y la vista no llegó a celebrarse. No ha salido en la prensa. Las sentencias de menores no son públicas, ni siquiera yo sé en qué consisten esas “medidas educativas”, y ellos y ellas, tiene cierta lógica, no lo han dicho en voz alta.
Tiene cierta lógica. Después de tantos meses en explicar el peligro que corrían (“seis años de cárcel”, “a los pies de los caballos” o “en las garras de la Audiencia Nacional”) y todo por mi única y exclusiva culpa debe ser difícil que se atrevan a decir ahora que ha primado la sensatez. Haber tenido que ir a Madrid a resolver este asunto es, sin duda, un exceso que demuestra la situación de excepción que hay respecto a estos temas y habría que cambiarlo, pero el resto del proceso ha sido sensato.
Sobre lo que había sucedido no había dudas porque uno de sus compañeros, que ya cuidaría de no aparecer él en las fotos en situación comprometedora, lo contó con todo detalle y ocho fotos. Lo sensato era que se hubiera podido tratar como un asunto del instituto, pero una vez hecho público eso era poco menos que imposible. Pero la sensatez se ha impuesto y la fiscalía ha venido a aceptar que con las dos sanciones decididas en el instituto era suficiente. Como había delito algo les ha debido caer y eso son las “medidas educativas”. No se han presentado como mártires, así que no será nada grave.
En mi anterior escrito decía muchas veces que estaba tranquilo respecto a mi actuación. Ahora puedo decir que estoy satisfecho. Defendí a la mayoría de los alumnos ante la manipulación a la que les sometían, evité un homenaje a quienes gritan “viva la muerte” y luego hice lo que pude para que nadie, ni el editor de fotos ni sus mentores, convirtiera a los alumnos implicados en mártires.
Afortunadamente para los implicados no me dejé mi ideología a la puerta de ningún despacho ni juzgado: llevo años aplicando la desobediencia crítica que es el fundamento de la insumisión a la violencia de opresión que veo tan cercana y que no es otra que la que hacen los grupos favorables a ETA contra cualquiera que discrepe con ellos. Si a alguien le sorprende esto que he dicho que piense en lo que me han hecho a mí y piense luego en lo que podrían hacerle a un alumno discrepante. Y, también es ideología, he seguido trabajando para defender las medidas pedagógicas frente a las estrictamente punitivas. Como esto parece que se ha logrado puedo decir que además de tranquilo estoy satisfecho.
Todavía puede haber otro juicio. Alguno de los alumnos implicados era mayor de edad y eso va por otro juzgado, también en la Audiencia Nacional. Habrá que esperar para darlo por definitivamente cerrado.
¿Y con ello se acaba todo? ¡Qué más quisiera yo que creer que sí! Pero las calumnias de LAB siguen ahí.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
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