lunes, 31 de agosto de 2009

Puesto que pasó es para estar tranquilo.

Mejor habría sido que no hubiera pasado, pero puesto que sucedió lo que he hecho y vivido me permite estar tranquilo conmigo mismo. Si nos fijamos sólo en el final, que he dimitido y que me voy del instituto, puede parecer raro, pero eso es un mal resumen de este curso.

En realidad han sido dos sucesos. Por un lado lo del instituto, por otro lado el comunicado amenaza de LAB. Relacionados, sí, pero distintos.

Lo del instituto está claro: vi que algunos alumnos estaban a punto de hacer lo que no debían. Les advertí a ellos y sus padres de la gravedad del hecho. Pese a todo el acto se montó y yo lo desmonté quitándoles las fotos y demás parafernalia. No les abrimos expediente porque eso nos obligaba a poner en un papel oficial los nombres de esos alumnos contando lo que habían hecho, que ya sabíamos que podía ser delito, y eso podría ser algo que se nos escapara de las manos. Además no había tenido ninguna resonancia pública y el número de participantes reales (los del puño en alto), una veintena de más de 600 alumnos, bordeaba el ridículo. Así que nuestra intención era hablar con los alumnos implicados y con sus familias para que no volviera a suceder.

Sin embargo fueron ellos mismos, alguno de ellos, quien lo contó todo en una web de su entorno y dejó colgadas fotos en las que se identificaba perfectamente a muchos alumnos. Cabe suponer que quien lo hizo ya cuidó de no aparecer él mismo en una situación demasiado comprometida. Ya se sabe: las guerras las organizan los generales, pero los que se matan en el campo de batalla son los soldados rasos o simplemente civiles que están donde a los jefes les parece oportuno avasallar.

Y la hoja web llegó a un periódico al que le interesan este tipo de noticias. La información que dio era correcta, pero el titular de primera página, destacado en color diferente, era tendencioso. Un detalle: el escrito que ese mismo día enviamos al periódico para aclarar las cosas, sencillo, breve y, sobre todo, clarito, no lo publicó aunque el periodista que redactó la noticia me dijo que lo harían sin ningún problema. La carta acababa así: Quienes impulsan estos actos buscan una resonancia que su número no justifica. Hoy, al verse en Diario de Navarra, estarán contentos. Francamente lo lamento. Parece que este final sí que les supuso algún problema.

A partir de ahí el asunto se fue de nuestras manos. Imposible olvidar lo que me gritó a la cara señalándome con el dedo un policía municipal en uno de los múltiples episodios que organizaron los borrokas del instituto con los municipales en la puerta del instituto el curso anterior. “A usted le vamos a llevar a la Audiencia Nacional”. Entre todos casi lo consiguen. Ir tuve que ir, pero de testigo. Los que sí tuvieron que ir fueron algunos alumnos. Era inevitable una vez se supo lo que pasó. Es evidente que lo que ellos hicieron y ellos contaron tenía indicios de delito y el patio de un instituto no es territorio franco en el que las leyes no rigen. Y en la sociedad, para aclarar indicios de delito, ya sabemos qué instituciones hay, guste o no guste. Tener que resolver este incidente en la Audiencia Nacional a todos nos parece excesivo y debería cambiarse, pero es lo que hay y los alumnos estaban informados desde la víspera de intentar hacer el dichoso homenaje. Si alguien les anima (engaña) para promover ese tipo de actos debería explicarles claramente a qué se exponen.

Afortunadamente para los alumnos ha habido muchas personas que opinan que no, que el instituto no es territorio franco, pero que aun así cabe entender que cosas que suceden en su patio pueden ser tratadas en el ámbito educativo sin necesidad de llegar a lo penal. Empezando por dirección y seguido por el Consejero de Educación esto se ha explicado donde ha hecho falta y parece que las personas que tienen que decidir sobre el asunto así lo entienden.

He defendido a la mayoría de los alumnos del instituto del intento constante de manipulación al que les intentan someter pretendiendo que el centro sea no un centro educativo sino un centro de reclutamiento, he evitado un homenaje a un grupo que puesto que sólo sabe defender la muerte sólo merece el desprecio y cuando algunos alumnos se han visto en problemas por sus actos he intentado que las consecuencias no salieran del entorno razonable. Sin embargo en la votación de confianza los treinta apoyos fueron menos que los cinco noes, los seis blancos y las veintidós abstenciones (una mía, así que veintiuna) en conjunto. Sigo sin entender que los argumentos que escuché en mi contra (como que yo no había defendido a mis alumnos) tuvieran tanto eco, pero ya lo dijo creo que Chomsky al hablar de la teoría de la conspiración: “con tal de oponerse al análisis institucional el sentido común se acaba yendo al garete”. Sí, el sentido común al garete y yo y mi equipo a la dimisión.

El claustro de la votación de confianza fue un martes. El miércoles por la mañana hablé con varios compañeros que entraron en dirección para seguir manifestándome su apoyo, porque ya intuían lo que estaba pensando yo del resultado. A uno de ellos, a una, le dije que me parecía que quienes se abstuvieron y quienes votaron en blanco todavía no se habían enterado de en qué país vivimos. No, creo que no se habían enterado pero ese mismo día LAB dio su rueda de prensa. Igual algunos se enteraron entonces.

Porque ese miércoles se abrió la segunda parte del asunto, se dio a conocer el segundo suceso. Que el sindicato LAB diga en voz alta y por escrito, citándome tres veces con nombre y apellidos, que soy un chivato, un delator y un colaborador con su enemigo y esto tenga la resonancia que tuvo (dos páginas) en el periódico de su entorno hay que entenderlo como hay que entenderlo. Es una clara amenaza cuyas consecuencias pueden ser muy graves. Así lo entiendo yo y así lo ha entendido mucha gente. Lógicamente no puedo estar tranquilo y no lo estoy. Sé que me tengo que cuidar y lo hago. Pero sí que puedo estar satisfecho por todo lo que ha sucedido tras esa rueda de prensa.

El apoyo que he recibido ha sido impresionante. Lo que se ha visto en prensa (¡menos mal que tenemos Diario de Noticias!) y otros medios de comunicación es sólo una pequeña parte de lo que he recibido. Por carta, por correo electrónico, en la calle, ha sido constante el encontrarme con gente, alguna de ella hasta entonces desconocida, que me ha animado. Obviamente he recibido mensajes y he tenido encuentros en la calle de significado contrario, pero son muchísimos menos y me he dado cuenta de que sé darles el valor que se merecen, es decir, ninguno.

Hace algunos años igual hubiera tenido que esconderme inmediatamente. Ahora no lo he hecho. La sociedad se ha manifestado y está claro que a mi favor, a favor de lo normal. Ha sido verdaderamente emocionante notarlo una y otra vez. En el instituto y fuera de él. Una canción de Imanol dice “Halako lagunekin nor ez zoriontsu” (con estos amigos quién no es feliz). Pues eso, llegar al instituto y encontrar una carta firmada por todas las señoras de la limpieza (“esas heroínas silenciosas” que dice Montxo Elizalde en su carta que está en este blog), recibir cartas de alguna alumna y también de familias completas (padre, madre y alumna o alumno), padres y madres que tras la reunión con algún profesor pasaban por el despacho para saludarme, el cariño con que muchos compañeros, profesores o de administración y servicios, se acercaban a mí, el apoyo constante del equipo de dirección, los mensajes recibidos desde otros institutos,… han sido necesarios y suficientes para poder seguir ejerciendo de director hasta acabar el curso. En la calle igual. Es imposible saber quiénes han sido todas esas personas que una y otra vez me han parado por la calle, en el supermercado, en algún bar, para decir que están conmigo. No tengo por qué ocultarme: he podido comprobar que la inmensa mayoría de la gente es, como no puede ser de otra manera, normal y no admite esa chulería, esas amenazas, esa violencia.

Fue LAB quien llevó este asunto a los medios de comunicación en términos de enfrentamiento y ahora han dicho que ellos son “víctimas de un linchamiento mediático”. Está claro que ellos se lo han buscado y también está claro que todavía no han aprendido a distinguir un linchamiento de un posicionamiento claro de la sociedad frente a sus calumnias.

Mejor habría sido que no hubiera pasado, yo viviría más tranquilo, pero puesto que pasó es para estar tranquilo.

Ya toca mirar al futuro. El asunto judicial tiene un ritmo impredecible, así que no podemos ponerle plazo. Habrá que esperar para saber cómo acaba por ese lado. Mi asunto laboral sí que tiene fechas marcadas. El 30 de junio dejé de ser director. Antes mis compañeros me ofrecieron una comida de despedida. Tuve que dejar las cosas claras: nadie que no me hubiera apoyado sería bienvenido. Tanto citar la votación del claustro que nos llevó a la dimisión y parece que la mayoría no me apoyaba, pero no es así. Más de la mitad de los trabajadores se apuntaron a esa comida o pasaron por el despacho a justificar su ausencia y volver a darme su apoyo. Si en el claustro no lo hicieron han sabido rectificar. Al final un compañero consiguió una vez más emocionarme en nombre de todos con el cariño de sus palabras.

En septiembre no volveré al instituto. Si desde el primer momento he notado el apoyo claro del Departamento de Educación en todo este asunto, al final de curso lo volví a sentir cuando me ofrecieron un puesto en las oficinas centrales. Nunca me había planteado dejar de dar clase, llevo casi treinta años haciéndolo y me sigue apasionando, pero ahora necesitaba un respiro y este cambio de ocupación me lo da.

Los últimos días en el instituto fueron difíciles. En el equipo de dirección estábamos trabajando bien y teníamos ideas que desarrollar. No ha podido ser y esto sí que deja en mí un sentimiento de frustración. Revisando el proyecto de dirección que en su momento presenté encontré el análisis de debilidades-amenazas-fortalezas-oportunidades (el análisis DAFO, una buena herramienta de gestión de calidad) que hice. En el apartado amenazas señalaba, literalmente, “el esfuerzo incesable de algunos organismo externos para atraer a los alumnos”. De mí se podrán decir muchas cosas, pero no que no sé por dónde me muevo. Desgraciadamente no tuve suficiente apoyo en la votación de confianza del claustro y tuvimos que dimitir, pero sé que he estado en mi sitio y he hecho lo que he tenido que hacer de acuerdo con mi conciencia y mi responsabilidad. En el último claustro de junio al despedirme me olvidé de decir algo que quería decir. Ha sido un honor ser el director de Iturrama. Creo, además, que he sabido responder a ello.

Por eso tengo claro que mejor habría sido que no hubiera pasado pero que puesto que sucedió podemos estar tranquilos. Yo y quienes me han apoyado, porque yo sólo no hubiera podido. Gracias por ello, eskerrik asko!