Diario de Noticias, 17 de febrero de 2009
Ante la dimisión de todo el equipo directivo del instituto Iturrama, a uno, como docente, le dolería que algunos pudieran interpretar la misma como una victoria. Sería, en todo caso, una victoria ridícula y triste. Los que han orquestado esta campaña de difamación centrada en la persona del director, desde las familias, algunos alumnos y un sindicato, son incapaces de gestionar no sólo un centro educativo sino su propio descontento o ira. A la consigna de calumnia que algo queda, este sector ha sembrado la duda sobre la profesionalidad y la pedagogía de un equipo de la enseñanza pública y bilingüe encontrándose, qué casualidad, con los sectores más derechistas y conservadores de nuestra sociedad que quieren el fracaso de una educación rica en valores, pluralista, critica y euskaldún. Aunque no esté de moda, sigo creyendo que la educación pública es un servicio a la sociedad en manos de buenos profesionales que consagran lo mejor de sí mismos al futuro de nuestros hijos, a "soñar mientras uno trabaja -como escribía Gabriel Celaya- que ese barco, ese niño irá muy lejos por el agua (…) que ese navío llevará nuestra carga de palabras hacia puertos distantes, hacia islas lejanas".
Sin embargo, no es posible acometer esta valiosa labor sin un respaldo social amplio, sin un respeto y confianza hacia el profesorado y sus equipos rectores, su buen hacer y su buena voluntad. Por esto, ante un conflicto de ámbito escolar que se ha desbordado por la intervención ajena de medios y fuerzas políticas interesadas, causa desazón que haya quienes se presten a jugar sucio con la honorabilidad de docentes que cuentan con una probada trayectoria. Indudablemente, la enseñanza pública bilingüe en Navarra tiene importantes retos, y uno de ellos es librarse de ese lastre sectario y cainita que sólo ahonda en las heridas, pero cuenta con unos recursos humanos excelentes. Confiemos en esas personas, nos va el futuro en ello.