jueves, 5 de marzo de 2009

Iturrama, bai, por Ramón Elizalde

Diario de Noticias, Cartas al Director, 23 de febrero de 2009
Y los hijos llegan a los 12... 18 años. Tienen 12, 13 años y ya piensan que son mayores. 15, 16... y ya creen tener las ideas claras. Quieren ser libres e independientes y no saben que esto no se regala, que esto hay que ganárselo. Se sienten en un corsé social, familiar, escolar. Ellos no lo entienden, se hacen rebeldes y llegan los conflictos. Ellos, en esta situación son muy vulnerables a la manipulación y algunos se aprovechan. Esto dura unos años, hasta que se dan cuenta que el paraguas de papá y mamá no va a estar siempre abierto y, sobre todo, hasta que viajan (padres, dejad que los hijos viajen, es el mejor antídoto). Los centros de enseñanza sufren estos conflictos. Por eso, estos centros se han dotado de unas normas de convivencia basadas en el respeto, tolerancia y no violencia. Todos los centros, bien sean públicos o privados, saben que airear los problemas es el mejor método para sobredimensionarlos, crear una alarma social y no arreglar nada. A pesar de todo, siempre hay algún iluminado.
Del instituto de Iturrama se podrían escribir mil cosas interesantes: de ese grupo de teatro, de ese coro de profesores, de esos grupos musicales, de esos intercambios internacionales, de las actividades deportivas en clase y en los recreos, de los de la selectividad, de la paciencia de los conserjes, de la eficacia de los administrativos, de esas señoras de la limpieza, heroínas silenciosas, de esos trabajos de audiovisuales, de ese profesorado que día a día imparte las clases lo mejor que sabe, de ese sello de calidad que no lo regalan a nadie si antes no demuestra que se lo merece, de esa dirección que tiene el valor de ponerse al frente de todos, y que si cobrara por las horas extras serían los mejor pagados de esta Comunidad... El instituto de Iturrama es un buen centro que, como todo, es susceptible de mejora. Los padres pueden estar tranquilos.
Respecto a ese homenaje de cuatro alumnos a unos etarras, el director fue el único que hizo algo para evitar la situación en la que están esos alumnos. Alguien sacó unas fotos que identificaban públicamente a nuestros alumnos. Utilizando adjetivos del sindicato LAB, cobarde y miserable trabajo delator. El juez pidió al director los nombres de los alumnos y éste los facilitó. Aquí el director seguramente se equivocara. A pesar de todo, el juez hubiera podido conseguir lo mismo, vía inspección, vía departamento de Educación... Todos estamos fichados. Es decir, la negación del director no hubiera cambiado un ápice la situación de los alumnos. Pero imaginemos que no hubiera habido fotos en Internet, el expediente abierto a los alumnos hubiera sido el punto final.
Teniendo esto en cuenta, hay algo que no encaja, por un lado ese ataque insufrible de LAB contra el director por facilitar los nombres de los alumnos y, al mismo tiempo, ese silencio tan inexplicable del sindicato ante ese anónimo que publicó las fotos en esa página abertzale. ¿Quién está ahí? ¿Por qué LAB no entra a ese trapo? Y es que es ése, y no el director, el que ha puesto a nuestros alumnos a los pies de los caballos. Por favor, que nadie piense que estos alumnos son malos alumnos, se han equivocado pero, ¿quién de nosotros a esas edades no fue alguna vez manipulado? Pero tuvimos suerte, no hubo fotos, ni Internet, ni un sindicato que se equivocara.
Rectificar no es de cobardes, LAB lo puede hacer. Mientras se lo piensa, nik ere Pedrori eta zuzendaritza taldeari nire elkartasunik beroena adierazi nahi diet. Laister arte.
Ramón Elizalde Lacalle
Profesor del Instituto Iturrama