(Diario de Noticias, 21 de febrero de 2009)
CORREN ríos de tinta a propósito de los hechos ocurridos en Iturrama, con ocasión del denominado Gudari Eguna. La, siendo ingenuo y cariñoso, metedura de pata de LAB con respecto a Pedro Otaduy, ha provocado la reacción de diversos, y contradictorios, grupos, personajes e instituciones. Es curioso, pocas veces, una persona despierta el afecto y la solidaridad de tan variopinto espectro ideológico: desde anarcos a oficialistas.
Ante tal situación, comienzan a salir las voces en defensa de LAB, de los pobres chavales, de sus sufridas familias, de quienes están padeciendo la represión orquestada por todo el mundo.
Obviamente, ante la reacción frente a la acusación de LAB, tienen que utilizarse dos argumentos. El primero, todo en definitiva es una campaña contra el único sindicato beligerante y comprometido del país. Y, en segundo lugar, las verdaderas víctimas, los que realmente sufren y sufrirán, y nadie se acuerda de ellos, son los chavales.
Así entiendo quiere expresarse Sabino Cuadra, en su artículo titulado Iturrama: las víctimas son los chavales. Y tiene razón. Las víctimas son los chavales. Ahora, también Pedro Otaduy. Pero, bueno, de acuerdo, las víctimas son los chavales. ¿Y los verdugos?
Se cuenta, y personalmente lo desconozco, que el incidente fue minoritario y de escasa relevancia, según informe del Departamento de Educación, que entiendo, por no rebatido en el artículo, supongo se comparte tal escasa magnitud. Ahora, sorprende que, acostumbrados a oír a la mayoría social de este pueblo, y no digamos su combativa juventud, no hubiera sido una movilización abrumadora en el centro.
La repercusión posterior, al parecer, viene motivada porque otros, siempre otros, instan a la Fiscalía a investigar la difusión de unas imágenes en internet. No he escuchado ni a LAB, ni a las familias afectadas, ni al señor Cuadra, que haya pedido explicaciones o hayan denunciado a quienes difunden tales imágenes. ¿O comparten tal actuar? Si es así, quizás también sean un poco verdugos de los propios chavales. ¿O no?
Se enmarca la acción de los jóvenes en el ejercicio del derecho de la libertad de reunión y expresión. Ahora bien, ¿todo vale en razón de tal libertad? O, ejercida tal libertad, cada uno tiene que asumir las consecuencias. Esto último es la desobediencia civil, instrumento de la no violencia como forma de actuar. Desobedezco y asumo las consecuencias. Eso llevó a muchos jóvenes navarros a la cárcel. Eso es ser insumiso. Rechazo una norma aunque se cuales serán sus consecuencias negativas.
Ciertamente, quien quiera homenajear a un asesino confeso, a un presunto asesino, a un simpatizante, o a quien le parezca, que lo haga. Pero lógicamente, quien niegue el holocausto, que pague por ello; quien defienda la segregación racial, que reciba su sanción; quien homenajee al maltratador del quinto, que corra sus mismas consecuencias.
Argala, Olaia Castresana y tantas otras fotos no merecen homenaje alguno. Son gudaris, son militares, son, como cualquier Ejército, parásitos sociales. Sus familias merecen ser acompañadas en el sentimiento por la pérdida, inútil, de un ser querido; ellos y ellas, en algunos casos, darán pena por haber llegado donde han llegado manipulados, engañados; otras veces, lamentablemente, sólo producirán asco.
Desde determinados sectores sociales, radicados en lo más profundo de la razón divina, la actuación de los jóvenes de Iturrama seguirá siendo un exponente de radicalidad, de compromiso, ¿de qué más?
Sin embargo, la actuación de los jóvenes de Iturrama seguirá siendo una manipulación interesada de determinadas personas, que nunca dan con sus huesos en la cárcel; que escudándose en aquellos, seguirán campando libremente, por esta nuestra Euskal Herria.
Frente a la violencia, a cualquier violencia, caben dos actitudes, sumarse a la misma, luchar, y caer entonces en la vileza del enemigo; o plantarle cara, trabajar desde la desobediencia y la política, rechazándola radical y absolutamente.
Pedro Otaduy hizo lo segundo en tiempos de la insumisión, y fue víctima del sistema. Quienes jalean a unos chavales que se solidarizan y muestran respeto a quienes ejercen la violencia, optan por lo primero. Quien no usa la violencia, sólo puede sufrirla. Quien la usa, no la sufre, la disfruta.
Por eso, en Iturrama, los chavales son las víctimas, y Pedro también. Y merecen mi solidaridad. Pero los verdugos de los chavales y de Pedro, no son, en este caso, ni la Audiencia Nacional, cuya desaparición comparto, ni el fiscal de turno.